Poemas de Constantino Molina

Constantino Molina (Pozo-Lorente, 1985).- Abandonó los estudios de Licenciatura en Humanidades en el año 2006 y desde entonces ha ocupado muy distintos puestos de empleo que nada tienen que ver con la labor literaria (pintor, ferrallista, jardinero, auxiliar de topografía y un largo etcétera). Su primer poemario, Las ramas del azar (Ediciones Rialp), fue galardonado con el Premio Adonáis 2014 y el Premio Nacional de Poesía Joven 2016. Su segundo poemarío, Silbando un eco extraño (Editorial Hiperión), mereció el Premio Alnfons el Magnànim 2016. Desde 2015 es colaborador del diario ABC Castilla-La Mancha. Actualmente reside en Madrid en situación de desempleo

- Extraña vocación.

Cueva de Catalina de Cardona, Casas de Benítez

En esta oscura cueva
inició una mujer en soledad
su vida de ermitaña.

Aquí vivió, durante varios años
persiguiendo los dones más divinos
y la iluminación espiritual.
Años entre cilicios y pesares,
entre sangre y cadenas.
Vestida con andrajos miserables
y, como un animal, alimentándose
de hierbas y raíces.

Los libros, dicen de ella
que prefirió la vida de eremita
despreciando un palacio,
que sus flagelaciones y tormentos
fueron tantos que a muchos espantó.
Y que la acompañaban visiones
tan terribles como hermosas.

Me pregunto, incapaz de comprender,
qué laberintos trazan
el alma y el espíritu
para engañarse tanto.
Qué tormentos no habrán padecido antes
para buscar refugio en el sufrir.

Qué extraña vocación,
la vocación absurda del dolor.

(Las ramas del azar. Rialp, 2015)

- También acantilados.

No siempre acaba el mar
en apacibles playas arenosas.
También acantilados
delimitan las líneas de la costa.

No siempre
el que contempla el mar
obedece al sereno pensamiento
de la docilidad y de la mansedumbre.

Ya que también el vértigo
entiende de placeres y armonías.

(Silbando un eco extraño. Hiperión, 2016)

- Autorretrato a contraluz.

Colmo de sugestión
se alzan iluminados
los locos que sonríen.

Un arriba tan alto
que yo perdí su vuelo
para quedarme aquí:
abajo con lo mío.

Siempre con una fe desatendida.

En algo estoy dichoso.
En algo sé que bebo
que no tiene delirio y es grandeza.

En algo estoy metido,
en algo que no vuela ni ilumina.

(Inédito)

- Velintonia, 3 - Víznar s/n.

Busquemos un hogar para los versos.

Que en su fachada aniden las metáforas
y que brille un cartel donde se lea:
Casa de la Poesía.

Busquemos. ¿Pero dónde?

Quizás entre las calles más humanas
de una ciudad sin miedo.

Quizás entre los restos de otras épocas,
de la mano de estudios arqueológicos,
o sobre los cimientos
de un pueblo todavía no nacido.

Quizás entre la herencia de algún Nobel
o bajo los escombros de una guerra.

Busquemos ese hogar.

Llamemos a las puertas,
cavemos en el barro de las fosas
y que esta pobre perra apaleada,
que durante los siglos ha lamido
la mano tentativa del decoro,
por fin tenga un lugar donde morir
tranquila y en silencio.

(Silbando un eco extraño. Hiperión 2016)

(Frontera D)