Otra infancia: la vida en un orfanato de Mozambique

En Casa do Gaiato es tendencia no llevar a juego los zapatos
Ana Jiménez, voluntaria en la Fundación Mozambique Sur, es nueva en el orfanato “Casa do Gaiato”. A través de sus ojos conocemos un lugar en el que la infancia tiene un sentido diferente al que estamos habituados a ver en nuestro mundo

A una hora de Maputo viven 160 gaiatos como si fueran una gran familia. Son menores huérfanos o recogidos en la calle que comen, duermen y estudian en este orfanato llamado “Casa de Gaiato” que significa travieso en portugués. Soy nueva como voluntaria y desde que pisé por primera vez este lugar, hace más de una semana, me tienen pellizcado el corazón. En una sola tarde, han logrado desmontar esa imagen ñoña y sobreprotectora que tengo sobre la infancia del denominado primer mundo donde los niños ya no saben hacer de nada.

Aquí los mayores cuidan de los menores y éstos de los más pequeños. Todos hacen de todo. Limpian sus cuartos, friegan los platos, barren las migas e incluso han aprendido a coser. Me recuerdan a cuando yo era pequeña que mi madre me enseñó a hacer todo eso para el “día de mañana” y no hace tanto tiempo. Pero ahora resulta que nos “chirría” la imagen de un menor colaborando en las tareas domésticas y hablamos de “explotación infantil”.

Casa do Gaiato funciona como un reloj, sin casi personal. Y tiene que ser así porque este centro vive de las ayudas, sobre todo de España y Portugal, que cada vez son más raquíticas. Alimentar a uno de estos 160 “gaiatos” sale por unos 5 euros de media al día. Intentan abastecerse de su propia huerta pero debido a la sequía apenas recogen lechugas y tomates. Los productos básicos en Mozambique también han subido por la crisis, por eso es habitual que los cereales estén a punto de caducar porque salen más baratos. No pasa nada.

Tampoco si desayunas a la luz del alba o cenas con el tenue resplandor del atardecer. Cuándo preguntas por qué no encienden los fluorescentes, uno de los internos mayores te dice que “para no gastar energía”.

Pero estos “meninos” también reparten amor y cariño como si fueran de la misma familia. Sin ir más lejos, la otra mañana presencié cómo uno de los menores le cambió los zapatos a otro, Jacinto de 3 años, que los llevaba del revés. Acaba de llegar y sólo habla el dialecto mozambiqueño.

Aquí se aceptan los unos a los otros. Da igual que seas albino como Luis João José y Argentina de 17 y 11 años, respectivamente. Casa do Gaiato les abastece de las cremas de protección total que necesitan para proteger su casi transparente piel del sol abrasador africano. La mayoría de ellos puede desarrollar cáncer de piel y tienen severos problemas de visión debido a su alteración genética. Los albinos, en África, están estigmatizados por falsas leyendas y conjuros de magia negra. Pero nuestros “gaiatos” negros de color blanco están perfectamente integrados. Tanto que cuándo les preguntas por el nombre de su mejor amigo, los dos responden que todos son sus amigos.

Estos 160 “enanitos” están tan acostumbrados a compartirlo todo que también ofrecen sus abrazos y sonrisa gratis. Es norma de la casa que después de cada desayuno, comida o cena, los más “meninos” vengan a la mesa donde se sientan los únicos adultos del comedor a regalar sus besos. Incluida a esta voluntaria blanca a la que ya llaman tía Ana y a la que nadie pregunta ¿qué me has traído o qué me vas a regalar?.

Así que sólo espero estar a la altura de estos grandes “gaiatos”.

(Ana Jiménez, Planeta Solidario, La Vanguardia)