Emilio García Wehbi y su puesta de Orlando. Una ucronía disfórica
El desafío del director, junto a Maricel Alvarez, al adaptar el texto de Virginia Woolf, fue “tomar un clásico de la literatura feminista y reactualizarlo, desde lo estético pero también desde lo ideológico”
Las funciones de Orlando se realizan de jueves a domingos a las 20 en el Teatro San Martín, Av. Corrientes 1530
Uno de los textos feministas más revolucionarios y provocadores de la historia llega al Teatro San Martín de la mano de Emilio García Wehbi y Maricel Alvarez. Se trata de la novela de Virginia Woolf Orlando, que inspiró a los teatristas para montar Orlando. Una ucronía disfórica, que acaba de estrenarse en la Sala Casacuberta del mítico teatro porteño. En la pieza, la actriz encarna al personaje central, que vive cinco siglos y que, tal como describen los creadores, toma como ejes de su discurso los problemas de la filiación, el conocimiento y la identidad subjetiva, “cuestionando desde una perspectiva de género no sólo el papel de la mujer en el marco de las sociedades machistas y falocráticas sino también la construcción social y política del sexo como fuerza revolucionaria”. Será una de las propuestas más experimentales desde la reapertura del San Martín, en mayo de este año, y también una de las que más dará que hablar teniendo en cuenta el nivel de polarización ideológica de los espectadores-ciudadanos.
Escrita y dirigida por Wehbi, la pieza se articula a partir de cinco monólogos. Cada uno representa un siglo y sus problemáticas, aunque dice el teatrista a PáginaI12 que “al final, los conflictos del hombre son iguales en el 1700 que en el 2000”. “A diferencia del (Orlando) de Woolf, que es un sujeto hedonista que necesita vivir más de cien años para disfrutarlo todo, el nuestro es un humanista desilusionado a quien el conocimiento le produce pesar y que sigue viviendo para modificar las convenciones. Es un Orlando político”, cuenta.
Como en otras puestas de Wehbi y de Alvarez (que desde 1999 trabajan en estrecha colaboración artística), en Orlando… el dispositivo textual no será el único que dispute sentido entre el público. Muy importante será la presencia de lo visual (con proyecciones de videos e imágenes a cargo de Nora Lezano) y también de lo musical, a cargo del Cuarteto de Cuerdas de la Untref, que tocará en el espectáculo. Así, la pieza se articulará en torno a la relación entre tiempo, lengua y género y a través de la alteración de la cronología de los hechos históricos (de ahí su carácter “ucrónico”).
“En esta coyuntura donde está teniendo aire el problema de género nos pareció importante tomar un clásico de la literatura feminista y reactualizarlo, desde lo estético pero también desde lo ideológico. Hacer un clásico equivale a traicionarlo en el sentido de pensarlo desde el hoy. El teatro es puro presente. Por eso nuestro Orlando va incluso más allá de la discusión de género. Se desentiende del género, no se siente ni hombre ni mujer porque no quiere ocupar un lugar en el mundo con algo que lo defina a priori”, cuenta el director.
– Siempre dice que le escapa al teatro que pretende ser didáctico. ¿Cómo hizo para huir de eso con este material que tiene una posición tan clara respecto de varios temas?
– En vez de didáctico lo hicimos dialéctico, lo que implica reconocer que hay un otro con el que hay que dialogar. La obra plantea una toma de posición pero no la toma como palabra única. Busca mojarle la oreja al espectador para que se haga cargo de las preguntas que despierta.
– ¿Pensó en la constitución del público y en que la mitad de los porteños, potenciales espectadores, votó por una opción neoliberal que va en contra de los supuestos filosóficos de Orlando?
– Sí, pero eso lo hizo un desafío aún mayor. Me interesa mucho más establecer el dialogo con el contrincante que con el que tiene afinidad. Quería empezar a escuchar qué pasa de un lado y qué pasa del otro porque la dialéctica es justamente eso, reconocer del otro un valor que yo no tengo. Y aunque la obra no hable de temas coyunturales ni partidarios y hable de un nivel más profundo, más filosófico, la idea no es generar una condición de sujeción sino de interpelación.
– ¿Es un desafío aun mayor tratándose de una pieza que se ve en un teatro público?
– Es distinto y difícil, porque al teatro público te va a ver gente que no suele ir a verte cuando trabajas en el teatro independiente. Además, no es habitual que un espectador vaya a buscar allí una obra experimental. Eso va a dar una mixtura súper interesante, que es lo que más me interesa. Siento que se va a definir una producción de disenso, que por otra parte creo que es lo que define a toda mi obra. Es un desafío y un peligro. Estoy muy entusiasmado.
(Paula Sabatés, Página 12)