El pensamiento del Che y la filosofía de la praxis (Carlos F. Lincopi Bruch)

“El arma de la crítica no puede soportar evidentemente la crítica de las armas; la fuerza material debe ser superada por la fuerza material; pero también la teoría llega a ser fuerza material apenas se enseñorea de las masas.” (Karl Marx, Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel)

Es cada día más urgente estudiar el pensamiento de Ernesto Guevara (1928-1967), pues en su producción teorético-crítica y crítico-práctica encontramos claves importantes para el renacimiento de las ideas revolucionarias. Entonces, cabe preguntarse cuáles son esas claves y porqué permitirían un renacer del pensamiento revolucionario en América Latina. En este punto, señalamos que el marxismo del Che se caracteriza por ser una interpretación latinoamericana del marxismo entendido como filosofía de la praxis, concepción filosófica que orientará su visión sobre la transición socialista, así como sus concepciones estratégicas y tácticas más generales.

La centralidad teórica que reviste el marxismo del Che entendido como filosofía de la praxis reside en el hecho de ser una concepción que no solo se distancia de las visiones más tradicionales que podríamos encontrar en el marxismo soviético, sino que es al mismo tiempo antagónica. Así, al marxismo dogmático (marxista-leninista) que predominaba en las organizaciones comunistas adoctrinadas en la vulgata soviética, el Che va a plantear un marxismo que se caracteriza por su naturaleza crítica, sin límites y frente a cualquier objeto. En este sentido, el Che capta, del mismo modo, la esencia del pensamiento de Karl Marx, a saber, la de ser un discurso crítico de la modernidad. Entonces, el Che no era solamente un guerrillero, sino un teórico, un crítico, un pensador de la revolución latinoamericana. También podríamos decir que el Che fue un guerrillero porque era un crítico de la modernidad capitalista.

En este sentido, el Che no va tener miedo a criticar las concepciones de Engels, Lenin y el propio Marx. Y las críticas del Che, son radicales, van a la raíz de los problemas, jamás se quedan en la superficie. Así, el Che va a acusar a Engels de haber creado una nueva religión, en sus Apuntes filosóficos señala: “Están todas las premisas para la religión; hay que cambiarle el nombre y ponerle un cielo.”[3] Mientras que a Lenin reprochaba el “error de aplicar fórmulas aritméticas a cosas que no lo admiten, como el desarrollo de la conciencia”[4]. Así mismo, en Notas para el estudio de la ideología de la revolución cubana (1960), el Che señala:

“…A Marx, como pensador, como investigador de las doctrinas sociales y del sistema capitalista que le tocó vivir, puede, evidentemente, objetársele ciertas incorrecciones. Nosotros, los latinoamericanos, podemos, por ejemplo, no estar de acuerdo con su interpretación de Bolívar o con el análisis que hicieran Engels y él de los mexicanos, dando por sentadas incluso ciertas teorías de las razas o las nacionalidades inadmisibles hoy. Pero los grandes hombres descubridores de verdades luminosas, viven a pesar de sus pequeñas faltas, y estas sirven solamente para demostrarnos que son humanos, es decir, seres que pueden incurrir en errores…”

Entonces, decimos que el marxismo del Che es esencialmente crítico, cargado de negatividad y que aprehende el pensamiento de Marx de manera dialéctica, es decir, de manera no cerrada, sino abierta y en constante movimiento a través de la crítica, se trata de pensar la teoría revolucionaria como una constante superación de las propias deficiencias que subyacen en una cierta disposición teorético-conceptual. Y así, en Apuntes filosóficos señala: “…hay que liquidar el dogmatismo y abordar los nuevos problemas que se plantean con el espíritu abierto…”. [5] El pensamiento del Che, así, se rebela contra toda pretensión dogmática.

Sin embargo, el carácter crítico del pensamiento del Che es una determinación necesaria de una totalidad concreta mucho más compleja. En las Tesis sobre Feuerbach (1945), Karl Marx habla de la actividad revolucionaria como una actividad ‘crítico-práctica’ y con ello la praxis adquiere un doble carácter y una doble determinación. Por un lado, se presenta la teoría, la crítica, por otro, la objetivación de la crítica en el mundo a través de una disposición práctica, con el cual se configura una unidad, la ‘actividad crítico-práctica’[6], la praxis. Para el Che, ser un crítico, constituye una condición necesaria del ser revolucionario. Esto es así, pues sin crítica la revolución socialista es imposible e impensable. La gran cantidad de textos de filosofía que el Che tenía en su biblioteca y que se encuentran registrados además en sus cuadernos de estudio nos hacen pensar que el Che tenía plena claridad sobre este punto. Y con ello, simplemente, se vuelve a la esencia del pensamiento de Karl Marx cuando señalaba que:

“Así como la filosofía encuentra en el proletariado su arma material, así el proletariado halla en la filosofía su arma espiritual, y apenas la luz del pensamiento haya penetrado a fondo en este puro terreno popular, se cumplirá la transformación del alemán en hombre.”[7]

Lo que no sabía Marx era que su afirmación no se realizará con tanta fuerza entre los alemanes, sino en un latinoamericano: el Che Guevara. Es fácil darse cuenta que la actualidad del Che es la actualidad, también, de Marx, pues el gran mérito que tiene el Che es llevar al marxismo a su terreno originario, es decir, a la del espíritu revolucionario. Esa vuelta a Marx era muy importante, pues a pesar de los grandes monumentos que levantaba la Unión Soviética en honor a Marx y a pesar de declararse como un Estado ‘oficialmente’ marxista, la verdad es que cada una las políticas y directrices soviéticas distanciaban a los países comunistas del pensamiento esencialmente crítico de Marx, el marxismo se había transformado en una religión de Estado, en un dogma.

Es así que, con el Che, el marxismo toma vida, se vuelve crítico, retoma su negatividad y vuelve a ser una teoría orientada hacia la transformación revolucionaria del mundo y de las relaciones sociales. Y así lo veía el Che, pues para él, el marxismo no era una ‘ciencia’ como cualquier otra, el marxismo se trata de una teoría que tiene en sus propias disposiciones críticas el imperativo de la acción revolucionaria. Entonces, con mucha razón, podemos decir que el pensamiento del Che, es una filosofía de la praxis, es decir, un pensamiento crítico que se desarrolla sobre la base de la transformación del mundo. Como se sabe, la filosofía de la praxis es una corriente que ha sido velada e incluso reprimida al interior de las organizaciones comunistas, tal y como aconteció con György Lukács (1885-1971) y Karel Kosík (1926-2003). La virtud del Che reside en ser el primer dirigente de un proceso revolucionario triunfante con plena conciencia de la centralidad de la praxis y, por ello, su pensamiento se irá desarrollando al calor de los problemas concretos que se presentan a la revolución latinoamericana.

En este punto o a partir de esta contextualización puede comprenderse, por tanto, la urgencia de construir/desarrollar un hombre nuevo para la consolidación de un proceso revolucionario socialista, uno de los puntos centrales en el pensamiento del Che Guevara y que tiene el mérito de retomar ciertos problemas que ya habían sido pensados por Karl Marx, pero que habían sido abandonados completamente por las visiones escolásticas que predominaban al interior del marxismo. El problema del hombre nuevo no es exclusivo del pensamiento marxista, ya la dialéctica platónica pensaba un proceso de autotransformación del hombre a partir de su deseo, así como San Agustín distinguía a un ‘hombre viejo’, es decir, pecador, de un ‘hombre nuevo’, es decir, justo y rehabilitado de la caída, lo mismo ocurre con Hegel quien en su Fenomenología del espíritu (1807) retrata de manera excepcional el proceso de autotransformación de la conciencia desde niveles inferiores (certeza sensible) hacia formas superiores (saber absoluto). El problema del hombre nuevo, sin dudas, se alimenta de dicha tradición.

En Marx, estas ideas estarán presentes de manera clara e indistinta en los Manuscritos económico-filosóficos (1844) y en las Tesis sobre Feuerbach (1845). En el primer texto mencionado Marx habla del ‘hombre total’ como la forma que adquiere el hombre una vez que haya superado el ‘trabajo enajenado’. Para Marx, en las condiciones capitalistas de producción, el objeto que se produce a través del trabajo se presenta ante la conciencia del obrero como un ser ajeno, como un poder independiente o autónomo, con personalidad propia.[8] El problema reside en que a través del trabajo enajenado el trabajador sufre la pérdida u olvido de su ser, desvalorizando – a través de ese proceso – su propia condición humana. Esto se traduce en que el obrero es subsumido a una lógica que se escapa de su control, en el cual no es capaz de desarrollar su propia voluntad libre. El mundo del capital se presenta, entonces, como la aniquilación de la libertad humana y como pérdida de conciencia, es decir, como enajenación del obrero sobre su ser real. La enajenación del hombre sobre sí mismo va a operar también como la enajenación del hombre en relación a los otros hombres, con lo cual, la sociedad capitalista inhibe el carácter propiamente comunitario del ser humano, el hombre es un ser social, pero en la sociedad capitalista, se presenta como enfrentado, justamente, a su dimensión social.[9] Es en ese contexto que el ‘hombre total’ se presenta como la superación concreta de la enajenación humana, en palabras de Marx:

“El hombre se apropia de su ser múltiple de una manera universal y, por tanto, como hombre total: todas sus relaciones humanas con el mundo – ver, oír, oler, gustar, tocar, pensar, observar, sentir, desear, actuar, amar –, en una palabra, todos los órganos de su individualidad, como lo órganos directamente comunes en la forma son, en su acción objetiva (su acción en relación con el objeto) la apropiación de este objeto, la apropiación de la realidad humana…”.[10]

Por otra parte, en las Tesis sobre Feuerbach, particularmente en la tesis III, Marx sostiene que “las circunstancias deben ser transformadas por los hombres”[11], lo cual implica no solo la transformación del mundo, sino un proceso de autotransformación [Selbstveränderung][12] del hombre mismo. En otras palabras, la praxis, la actividad revolucionaria, no se limita a la creación de un mundo nuevo, sino que al mismo tiempo permite la creación de un hombre nuevo, que se haya completamente apoderado se su ser en cuanto que ser social, se trata de un ser humano que ha alcanzado una moralidad superior, libre y plenamente consciente de su existencia.

El Che va a comprender muy bien estos elementos que estarán presentes en toda su producción teórica y que cargan de sentido a su acción revolucionaria. En el pequeño texto titulado El socialismo y el hombre en Cuba (1965) el Che señala que la máxima ambición revolucionaria “es ver al hombre liberado de su enajenación”[13] y que para “construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que hacer al hombre nuevo”.[14] Para el Che, el hombre debe adquirir total conciencia de su ser social, con el objeto de obtener su realización plena en cuanto que criatura humana.[15] Entonces, con el Che, el marxismo vuelve a sus raíces más radicales, a sus problemas ético-políticos más profundos, al problema de la moral revolucionaria, y así lo dejaba muy claro cuando señalaba: “El estímulo moral es la forma, digamos, la forma que nosotros pensamos, la forma predominante que tiene que adoptar el estímulo en esta etapa de construcción del socialismo.”[16] De esta manera, el problema del hombre nuevo se transforma en una cuestión central de toda la construcción del socialismo, cuestión que se va a evidenciar de manera muy clara en el ‘gran debate’ ocurrido entre los años 1963 y 1964.

El Che fue capaz de pensar una forma concreta de la transición socialista que denominó ‘Sistema Presupuestario de Financiamiento’ y que tiene, como prácticamente todas las ideas guevarianas, la virtud de pensar la transición a partir del legado conceptual de Marx. Es sabido que Marx comienza El Capital (1867) con el análisis de la mercancía, pues ésta se presenta como la forma elemental[17] del régimen capitalista de producción, al mismo tiempo Marx explica que en una manifestación inmediata observamos la posibilidad de intercambio de las mercancías entre sí, intercambio que es posible por existir entre una mercancía ‘x’ y una mercancía ‘y’ un tercer término que permite sus equivalencias, ese tercer término es lo que Marx denomina la ‘sustancia creadora de valor’[18], es decir, el trabajo humano. En última instancia, el enorme arsenal de mercancías que se intercambian entre sí ocultan su propia esencia, esto es, la de ser resultado de una obra humana, ocultamiento que es posible en la medida en que el hombre no comprende el carácter dependiente de los objetos en relación con su propia acción/trabajo, la mercancía pareciera tener vida propia, no mediada por el trabajo humano, a este fenómeno Marx lo denomina fetichismo de la mercancía. Entonces, la sociedad capitalista se presenta como una especie de proceso de producción en el cual el ser humano pierde su dimensión consciente o subjetiva, para subsumirse a sí mismo al llamado proceso de valorización del valor. La esencia de la producción capitalista, se presenta entonces, como la aniquilación y olvido del hombre.

Por esta razón, siguiendo a Marx, el Che va a comprender que el socialismo es una construcción consciente del ser humano, la expresión sublime de una voluntad libre. Es así que, en Sobre el sistema presupuestario de financiamiento (1964) el Che señala que “el hombre es el actor consciente de la historia”[19] o que “el comunismo es una meta de la sociedad que se alcanza conscientemente”[20]. En este sentido, el Sistema Presupuestario de Financiamiento tiene como base el desarrollo de niveles más profundos de conciencia, el problema central que debe resolver la transición socialista, a través del SPF, es la enajenación de la conciencia humana. Para ello, el Che consideraba que debían eliminarse las relaciones mercantiles, a saber, la mediación del cambio, el dinero, de las relaciones socialistas de producción, se trata de una forma de transición que se propone el combate a las formas fetichistas de la mercancía, al tiempo que otorga una centralidad al ser humano y a la moral revolucionaria. Para el Che, la planificación socialista es el modo de ser consciente de la sociedad socialista y no el desarrollo mecánico, necesario e inevitable de las fuerzas productivas.[21] Es fácil darse cuenta, entonces, que el Che no cree en el determinismo económico sino en la acción revolucionaria, en la praxis, del ser humano. En este sentido, para el Che: “La mecánica de las relaciones de producción y su consecuencia: la lucha de clases, oculta, en cierta medida, el hecho objetivo de que son hombres los que se mueven en el ambiente histórico.”[22]

Para el Che el rol de la conciencia se relaciona, de esta manera, con la concepción de que el socialismo no es un proceso inevitable del desarrollo humano, sino el resultado, justamente, de la acción revolucionaria. Esto se relaciona con la visión que tenía el Che acerca del progreso y el desarrollo de la técnica, cuestión que lo coloca junto a pensadores de gran envergadura como Walter Benjamin (1892-1940) o el propio Martin Heidegger (1889-1976). Y esta visión, va a ser claramente contraria a las visiones predominantes en las repúblicas de los así llamados – o autoproclamados – ‘socialismos reales’, según la cual desarrollo de la técnica es equivalente a cierto progreso humano y el socialismo una etapa necesaria del desarrollo humano. Para el Che, la técnica puede tener una dimensión negativa, por ejemplo, la energía atómica, podría tener un buen uso para el desarrollo de la vida humana, pero al mismo tiempo, puede significar una gran catástrofe signada por el peligro que implicaría para la humanidad el desarrollo de una guerra nuclear.[23] Entonces, no hay un ‘progreso humano’ inevitable, el socialismo no se encuentra garantizado de antemano, el futuro puede ser de barbarie, de catástrofe, para el Che, la praxis es el momento decisivo de la revolución socialista y ésta no existirá si no hay hombres dotados de conciencia revolucionaria que estén dispuestos a impulsarla.

Por esta razón, decimos que el Che es un pensador crítico, una expresión latinoamericana de la filosofía de la praxis, un marxismo vivo, auténtico y creador. Se trata de un pensamiento que comprende que las circunstancias del mundo pueden ser transformadas a través de la acción humana, o más concretamente, de la lucha revolucionaria. Con el Che, el socialismo se transforma en una lucha contra la enajenación, en una lucha por restaurar la praxis al ser de la praxis, en la comprensión del comunismo como una moral revolucionaria que se forja al calor de la lucha, en la cual, al mismo tiempo, van naciendo hombres y mujeres nuevas. Finalmente, con el pensamiento del Che encontramos una forma radical de volver a Marx desde América Latina y la posibilidad concreta de un socialismo que se distancia radicalmente de las experiencias de los autoproclamados ‘socialismos reales’: un socialismo cuyo centro es el ser humano. La praxis del Che es el grito heroico de la liberación latinoamericana, es el punto de partida para otro marxismo y otro mundo.

- Bibliografía.

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Guevara, E. (2011). El socialismo y el hombre en Cuba. En N. Kohan, Introducción al pensamiento socialista (págs. 251-262). México D.F. : Ocean Sur.

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Marx, K. (2013). Tesis sobre Feuerbach. En B. Echeverría, El materialismo de Marx. Discurso crítico y revolución (págs. 111-121). México D.F.: Itaca.

- (Notas):

[1] El presente artículo ha sido publicado por primera vez en el libro El imaginario del Che en el siglo XXI editado en 2017 por Editorial La Estaca y Fundación Miguel Enríquez.

[2] Filosofía, Universidad de Chile. Director de la Revista Marxismo & Revolución (marxismoyrevolucion.org).

[3] Guevara, E. (2012). Apuntes filosóficos. México D.F.: Ocean Sur, p.185

[4] Ibíd., p.270

[5] Guevara, Ernesto. (2012), p.192

[6] Marx, K. (2013). Tesis sobre Feuerbach. En B. Echeverría, El materialismo de Marx. Discurso crítico y revolución (págs. 111-121). México D.F.: Itaca, p.111

[7] Marx, C. (2009). Introducción para la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. En G. Hegel, Filosofía del derecho (págs. 9-22). Buenos Aires: Claridad, p.22

[8] Marx, C. (2012). Manuscritos económico-filosóficos. En E. Fromm, Marx y su concepto del hombre (págs. 103-175). México: Fondo de Cultura Económica, p.105

[9] Ibíd., p.113

[10] Ibíd., p.139

[11] Marx, K. (2013), p.113

[12] Ibíd., p.113

[13] Guevara, E. (2011). El socialismo y el hombre en Cuba. En N. Kohan, Introducción al pensamiento socialista (págs. 251-262). México D.F. : Ocean Sur, p.255

[14] Ibíd., p.253

[15] Ibíd., p.256

[16] Guevara, E. (2007). Apuntes crítico a la Economía Política. México D.F.: Ocean Sur, p.299

[17] Marx, C. (2010). El Capital. Tomo I. México: Fondo de Cultura Económica, p.3

[18] Ibíd., p.6

[19] Guevara, E. (2006). El Gran Debate sobre la economía en Cuba. La Habana: Ocean Sur, p.70

[20] Ibíd., p.75

[21] Ibíd., p.107

[22] Ibíd., p.69

[23] Guevara, E. (2012), p.184

(Marxismo y Revolución)